Uno de los primeros poemas que me enredaron entre su telaraña de sensaciones fue Heces de Cesar Vallejo. Creo que la posibilidad de sufrir sin restricciones, en contra de la obligación religiosa de ser feliz, poder sufrir sin sentirse un fracasado, poder admitir el dolor; quizás no resignarse a el pero si admitirlo como parte de lo que es la vida. Poder sufrir sin razonamientos, sin prejuicios, poder no negarse. Ese es mi encuentro con este poema, a tal punto de llegar a ser una de las obras que me han construido en lo que soy.
Heces es un poema que podemos reintegrarlo una y otra vez a lo que somos. Quizás hoy me sorprenden más cosas que simplemente el cumulo de sensaciones. Quizás hoy también me enamoran sus ritmos y descubrimientos. Me enreda el juego de escoger una palabra escatológica como heces, una palabra destinada a nuestro asco y repudio, y transformarla en una de las expresiones más hermosas que se han escrito en el español. Creo que eso es una de las grandes virtudes de Vallejo, tener unos sentidos tan finos que no pueden ser superados por el hedor de una palabra, sino que este la resignifica, se maravilla y agoniza con ella.
Heces
Cesar Vallejo
Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. Porque no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloqueo de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “No seas así!”
Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el techo glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!
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