domingo, 13 de octubre de 2013

Algunos Haikús

Los Haikús son pequeñas obras poéticas que buscan capturar un instante. A pesar de su brevedad y aparente simplicidad, su interior encripta símbolos y sensaciones que llevan al lector y al mismo escritor a una exploración e interiorización del mundo.  Debo admitir que no son mi fuerte o por lo menos  no la forma poética que más utilice, pero comparto estos pequeños textos que realice hace poco.  



En el lago
las nubes desmembradas
encuentran cuerpo.





Los ancianos
inmóviles en sus sillas
van caminando hacia la muerte.




Los transeúntes
nunca se estrellan
con otra soledad.







viernes, 12 de julio de 2013

Matamos a María Mercedes Carranza

Matamos a María Mercedes Carranza, no  fui yo, ni mi padre, ni mi vecino; tampoco los hombres donde se quiebra su nombre. No hubo telón político, balas en motocicletas o tentáculos de fuego en las calles. No hubo trueque de dagas por monedas. Nadie guió las pastillas a su boca.

Los periódicos la acusaron de inutilidad emocional y nos regalaron goles para favorecer la amnesia.

Nadie honró a la selva o los camuflados rasgando su útero, pero tejimos las grandes fortificaciones con puertas al exilio.  Le dimos una patria inválida, el libre paso a la muerte. La tristeza de la fertilidad en una guerra.  


He roto los espejos de la casa, salgo a la calle, me retiro las gafas 
para no distinguir los asesinos.  

viernes, 31 de mayo de 2013

Revés

Me dicen eres joven, los que sufren son los viejos
yo ansió las canas
ser viejo no es una posición de sufrimiento.
Si dejas de amar, amaras otra vez
¿y si supieran que el amor no me alcanza?
que agonizo más allá de lo que un buen cuerpo puede curar
que mis dolores no son el cáncer ni la muerte
que a veces la calavera se me hace una buena esperanza
¿Y de que sufres?
hablan con sus ridículas caras alegres
nada me pueden decir cuando sentencio que de poesía
que se me abre la carne
que el mundo se me hace pequeño
que dios es un niño, que el diablo un absurdo cuento
que los autos se me hacen un mal sueño
que las casas se caen
que la eternidad es un juego
que necesito de poesía
aunque sean un fracaso
todos mis intentos. 

lunes, 14 de enero de 2013

Mapas rotos


Abro el libro que le dieron a mi madre el día del lanzamiento,  lleno de firmas de compañeros, amigos y conocidos.  Ha pasado tiempo desde el lanzamiento  y está lleno de polvo en un rincón. Me entristece enormemente, ella leyó todos mis cuentos pero ¿el resto?, quedo en las sombras la crónica de mi amigo Fabián, profundo admirador de las prostitutas y lleno de indignación contra la explotación minera colombiana. Nadie me habla de las perras preadolescentes en J.J de mi compañero Daniel Montoya, persona de gran talento y portentoso trabajo.  ¿Acaso ningún otro lector podrá ser asesinado por su casa?  ¿Nadie quiere saber si el Pibe se lo metió a Juliana para sacarle los demonios?  ¿Nadie quiso saber cuánto duelen seis balas?... quizás sea demasiado aterrador que un hijo le arrebate la vida a su madre por las tetas.


Leo artículos sobre las diversas técnicas utilizadas por cada uno de los autores, de la utilidad de los talleres, de la pasión de hombres y mujeres que escriben esas páginas. Personalmente me causan más intriga los personajes e historias del libro que las manos creadoras. Los autores son solo personas que intentan desencriptar inútilmente el por qué escriben,  quizás algunos después de este libro se queden en silencio y no vuelvan a escribir. Quizás para alguno solo será la efervescencia de la juventud o un apéndice para la hoja de vida. No se quienes sobrevivirán en el tiempo, quienes tendrán el temple para mantenerse en la escritura. Este libro no es un triunfo sino una apuesta.   

Quisiera arrancar mis cuentos, quemar las hojas en donde está mi trabajo, dejar al lector sin mis silencios y permitirle disfrutar un trago en la mañana, mientras observan una bella selva en su cuarto. Creo que es una antología demasiado tórrida, oscura y quebrada. Quisiera ser más un lector que un escritor de estas hojas. Ciertamente es difícil navegar sin mapas.

LOS MAPAS ROTOS
(Martha Fajardo Valbuena)

La señora Martha,


profesora de geografía, mira mi mapa de Europa.



Es un calco en plumilla bordeado de sombra azul.



La tarima en la que está su escritorio 



Es tan pequeña que yo estoy a la orilla



pendiente un píe.





Mi recordada profesora toma el mapa y lo rompe, 



arruga los pedacitos semitransparentes.



El calco no es exacto al original. 



He agregado algunos trozos de continente y he 



obviado istmos, islas y cadenas montañosas.





Si ahora, 32 años después, la  profesora 



Comparara mi vida con la de ella y con la de mujeres de bien



que debí calcar, también la arrugaría y trozaría:



He agregado algunas malas costumbres, palabras, gestos



y una que otra lectura indebida.



He cambiado el norte y el sur y mis ríos 



no siempre han desembocado en el mar.



También bebo copitas de vino y jóvenes salivas,



Trasnocho o no duermo, escribo, no tengo hijos



y jamás subo a una tarima de maestro



ni para aprender ni para enseñar