viernes, 12 de julio de 2013

Matamos a María Mercedes Carranza

Matamos a María Mercedes Carranza, no  fui yo, ni mi padre, ni mi vecino; tampoco los hombres donde se quiebra su nombre. No hubo telón político, balas en motocicletas o tentáculos de fuego en las calles. No hubo trueque de dagas por monedas. Nadie guió las pastillas a su boca.

Los periódicos la acusaron de inutilidad emocional y nos regalaron goles para favorecer la amnesia.

Nadie honró a la selva o los camuflados rasgando su útero, pero tejimos las grandes fortificaciones con puertas al exilio.  Le dimos una patria inválida, el libre paso a la muerte. La tristeza de la fertilidad en una guerra.  


He roto los espejos de la casa, salgo a la calle, me retiro las gafas 
para no distinguir los asesinos.