Una
pregunta que me inquieta en la escritura es si las palabras se gastan. He
estado reflexionando sobre esto hace muchos meses y a pesar de todos los
argumentos que afirman esto, llego a la conclusión de que no. La palabra no se gasta. Si creo que a veces la
palabra no alcanza y parte de ahí nuestra necesidad de la poesía, poder obtener
con el lenguaje una conexión con una “realidad inaccesible” para el discurso
cotidiano, científico o filosófico.
Decimos
que la palabra se gasta por el uso cultural, uso que poco a poco va generando
que el significado de la palabra se vuelva endeble y superfluo. El uso
cotidiano de algunas palabras va generado que estas pierdan profundidad; palabras como amor, revolución, amistad,
humanitario, política, derechos humanos etc. La falta de reflexión, por parte
de la sociedad, sobre estas palabras genera que se confunda su significado,
hasta tal punto que se miran con desprecio, incredulidad y a veces con odio.
Por ello en la escritura de poesía uno de los primeros pasos es alejarse de
todo esto que ya esta prefabricado, cosa que es necesaria para alguien que
inicia en las artes. Pero este primer paso crea en algunos el miedo a la
palabra, generando una prohibición que impide el crecimiento del poeta ¿o acaso
no es el poeta dueño de la palabra? ¿Por qué evitar el uso de algo que es
nuestro?
El
poeta no está ligado a un uso cultural de la palabra:
“el
tiempo no existe en el alma del poeta
Todo
es universal y abarca todos los tiempos” Ledo Ivo
Si
esto es verdad ¿porque debemos negarle al poeta las palabras? A pesar de que el
lenguaje ha sido la herramienta para
comunicarnos con el mundo, y por ello la palabra llena al hombre, en la génesis
del lenguaje el proceso es inverso, el hombre llena la palabra. Es él ser
humano quien le da significado al lenguaje.
Cada letra es inocente, son un profundo hueco que el hombre llena de
significado. Por ello el gran error no
es el uso de una determinada palabra, que para nosotros ya esta gastada, es si
esta palabra está llena de un significado prefabricado, si esta tiene realmente
una relación subjetiva y profunda con el mundo o simplemente es una relación ya
hecha. Es en la reflexión y la búsqueda donde fracasa el poeta:
“Las
palabras serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna
del “debe” y otra del “haber” y en la última anota los silencios que supo
conseguir” Juan Gelman
Es en
esta inocencia donde algunos se escudan para evitar forzarse a la búsqueda,
porque en este punto será necesario quebrar con todo lo establecido y darle un
significado que trascienda. Lo memorable no son las palabra, sino cómo llenamos
estas de significado guiándonos hacia el silencio de algo mayor, al rincón
inaccesible de la vida. Pero esto es un
proceso angustiante y doloroso, va ser más fácil decir que la tristeza es
tristeza y la alegría es alegría. Para encontrar en estas palabras algo más
grande es necesario resquebrajarse, y empezar a formar un mundo interno, que no
está por fuera de lo natural pero si de lo cultural, un mundo más grande que
nosotros mismo y que no podemos control, aunque el poema tenga nuestra firma.
“Morder
la piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la
noche, en esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial
de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se
atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro
país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza. Sólo el dolor lo
unirá muertovivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y
todos serán libres” Juan Gelman
El
escritor no puede culpar a la sociedad si sus grandes palabra no alcanzan la
solemnidad que él quiere, parafraseando a Rilke, cúlpese cada quien “por no ser
lo suficientemente poeta” para llenar las palabras con la poesía que habita el
mundo.