viernes, 27 de marzo de 2015

Sobre la inocencia de la palabra

Una pregunta que me inquieta en la escritura es si las palabras se gastan. He estado reflexionando sobre esto hace muchos meses y a pesar de todos los argumentos que afirman esto, llego a la conclusión de que no.  La palabra no se gasta. Si creo que a veces la palabra no alcanza y parte de ahí nuestra necesidad de la poesía, poder obtener con el lenguaje una conexión con una “realidad inaccesible” para el discurso cotidiano, científico o filosófico.

Decimos que la palabra se gasta por el uso cultural, uso que poco a poco va generando que el significado de la palabra se vuelva endeble y superfluo. El uso cotidiano de algunas palabras va generado que estas pierdan profundidad;  palabras como amor, revolución, amistad, humanitario, política, derechos humanos etc. La falta de reflexión, por parte de la sociedad, sobre estas palabras genera que se confunda su significado, hasta tal punto que se miran con desprecio, incredulidad y a veces con odio. Por ello en la escritura de poesía uno de los primeros pasos es alejarse de todo esto que ya esta prefabricado, cosa que es necesaria para alguien que inicia en las artes. Pero este primer paso crea en algunos el miedo a la palabra, generando una prohibición que impide el crecimiento del poeta ¿o acaso no es el poeta dueño de la palabra? ¿Por qué evitar el uso de algo que es nuestro?
El poeta no está ligado a un uso cultural de la palabra:

“el tiempo no existe en el alma del poeta
Todo es universal y abarca todos los tiempos” Ledo Ivo

Si esto es verdad ¿porque debemos negarle al poeta las palabras? A pesar de que el lenguaje  ha sido la herramienta para comunicarnos con el mundo, y por ello la palabra llena al hombre, en la génesis del lenguaje el proceso es inverso, el hombre llena la palabra. Es él ser humano quien le da significado al lenguaje.   Cada letra es inocente, son un profundo hueco que el hombre llena de significado.  Por ello el gran error no es el uso de una determinada palabra, que para nosotros ya esta gastada, es si esta palabra está llena de un significado prefabricado, si esta tiene realmente una relación subjetiva y profunda con el mundo o simplemente es una relación ya hecha. Es en la reflexión y la búsqueda donde fracasa el poeta:

“Las palabras serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna del “debe” y otra del “haber” y en la última anota los silencios que supo conseguir” Juan Gelman

Es en esta inocencia donde algunos se escudan para evitar forzarse a la búsqueda, porque en este punto será necesario quebrar con todo lo establecido y darle un significado que trascienda. Lo memorable no son las palabra, sino cómo llenamos estas de significado guiándonos hacia el silencio de algo mayor, al rincón inaccesible de la vida.  Pero esto es un proceso angustiante y doloroso, va ser más fácil decir que la tristeza es tristeza y la alegría es alegría. Para encontrar en estas palabras algo más grande es necesario resquebrajarse, y empezar a formar un mundo interno, que no está por fuera de lo natural pero si de lo cultural, un mundo más grande que nosotros mismo y que no podemos control, aunque el poema tenga nuestra firma.

“Morder la piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la noche, en esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza. Sólo el dolor lo unirá muertovivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y todos serán libres” Juan Gelman


El escritor no puede culpar a la sociedad si sus grandes palabra no alcanzan la solemnidad que él quiere, parafraseando a Rilke, cúlpese cada quien “por no ser lo suficientemente poeta” para llenar las palabras con la poesía que habita el mundo.