lunes, 4 de noviembre de 2019

Musas y otros delirios



Después de varios trasnochos, de seleccionar, pulir, corregir, quitar, agregar, retomar, repetir, volver a poner, tengo mi libro. Lo leo. Me doy cuenta de la tarea titánica que se me viene encima, no basta solo con tenerlo, ahora habrá que gestar las oportunidades para que llegue a sus lectores. Porque la poesía no es un suvenir que pueda transportarse a donde uno se le dé la gana, ella tiene su propia personalidad, viaja en medio de conexiones, viaja entre los cuerpos que la dejan entrar, y nadie deja entrar fácilmente las nuevas palabras. Preferimos la costumbre, ya sabemos que los clásicos no nos decepcionan.



Sin embargo, todos nacimos siendo oscuridad, y aun ante la proeza, seremos Ulises entre los ciclopes. Nos es necesario entonces mirar como zarpamos, ya sea hacía una Ítaca o un naufragio. Le pregunto al editor si ya está en librerías “de momento está en las sedes de la Nacional de Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena. Esta semana los codifican en la Lerner y Fondo de Cultura Económica. También se encuentra en Wilborada y Prologo en Bogotá. Pronto será enviando a Grammata en Medellín y Profitécnicas en Bucaramanga” bueno ellos ya zarparon, les doy la bendición, que ojalá no terminen náufragos.





Mientras esto sucede yo voy remando, hay días que lo hago lentamente. De vez en cuando lanzo unos libros que me salvan de algunos aprietos. Me confundo entre la ruta, confundo los nortes. No sé si estoy volviendo a una Ítaca o parto hacia las costas de Troya.