Después
de varios trasnochos, de seleccionar, pulir, corregir, quitar, agregar,
retomar, repetir, volver a poner, tengo mi libro. Lo leo. Me doy cuenta de la
tarea titánica que se me viene encima, no basta solo con tenerlo, ahora habrá que
gestar las oportunidades para que llegue a sus lectores. Porque la poesía no es
un suvenir que pueda transportarse a donde uno se le dé la gana, ella tiene su
propia personalidad, viaja en medio de conexiones, viaja entre los cuerpos que
la dejan entrar, y nadie deja entrar fácilmente las nuevas palabras. Preferimos
la costumbre, ya sabemos que los clásicos no nos decepcionan.
Sin
embargo, todos nacimos siendo oscuridad, y aun ante la proeza, seremos Ulises
entre los ciclopes. Nos es necesario entonces mirar como zarpamos, ya sea hacía
una Ítaca o un naufragio. Le pregunto al editor si ya está en librerías “de
momento está en las sedes de la Nacional de Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena.
Esta semana los codifican en la Lerner y Fondo de Cultura Económica. También se
encuentra en Wilborada y Prologo en Bogotá. Pronto será enviando a Grammata en Medellín
y Profitécnicas en Bucaramanga” bueno ellos ya zarparon, les doy la bendición,
que ojalá no terminen náufragos.


Mientras
esto sucede yo voy remando, hay días que lo hago lentamente. De vez en cuando lanzo
unos libros que me salvan de algunos aprietos. Me confundo entre la ruta,
confundo los nortes. No sé si estoy volviendo a una Ítaca o parto hacia las
costas de Troya.