lunes, 28 de diciembre de 2015

Mito

Había que perderse en el bosque para encontrar el bosque. Mis pasos iban hacia los matorrales, pero siempre se encontraban con una carretera, una casa, una persona. Los animales del bosque eran un mito que se sostenía por una vieja piel de lobo pegada en la pared y un par de conejos cazados por mi padre. Tuve que escudriñar las entrañas de los árboles, hallar el pavor de las salamandras, acariciar hojas muertas para encontrar el estanque de los sapos. Tuve que cazar gallinas como un zorro, acuñarme en una buena madriguera. Como los viejos toros me quebré los huesos, me hice gusano, tierra negra. Tuve que florecer mis dedos para encontrar el bosque. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

domingo, 18 de octubre de 2015

Dómina

Lo tormentoso era la sombra escapando de la cama, bailando con la cortina. Un cuerpo más grande que la carne. Él, con la verga casi desecha, quería acariciar las paredes para no sentirse tan minúsculo. 

martes, 12 de mayo de 2015

Transigencia

Tomo un trago, y usted ya estará pensando en la bohemia, en las fiestas artísticas de los grandes desadaptados. Pensará en las guapas muchachas  de compañía o los abrazos de compadres, amigos o camaradas. Tomo un trago y usted pensara en lo que quiera: wiski, vino, cerveza; en lo que le alcance el gusto, en lo que le alcance el dinero. Y estará quejándose del mundo porque piensa que es muy elegante hacerlo. Hablará del dolor mientras sonríe. Y hablara de la incomprensión mientras la muchedumbre lo escucha, lo alaba, lo abraza.

Disfruto este trago con usted, aunque sobrio me importaría una mierda. Y lo juzgo, claro que lo juzgo, porque en estos momentos me acompaña, seria insensible no juzgarlo. Es menos grotesco el mundo en este trago. Es vestirse de arlequín, sobarse las entrañas y callarse la sombra. Nos enseñaron a sentirnos miserables.

Los artistas no nacen por elixires mágicos, sino son aquellos que canta aun ante la borrachera, aun ante el ala rota.  Son la eclosión visceral de lo inaudible, pactos detrás de los sonidos.  Y nada es liviano, aunque flote entre la brevedad. 

viernes, 27 de marzo de 2015

Sobre la inocencia de la palabra

Una pregunta que me inquieta en la escritura es si las palabras se gastan. He estado reflexionando sobre esto hace muchos meses y a pesar de todos los argumentos que afirman esto, llego a la conclusión de que no.  La palabra no se gasta. Si creo que a veces la palabra no alcanza y parte de ahí nuestra necesidad de la poesía, poder obtener con el lenguaje una conexión con una “realidad inaccesible” para el discurso cotidiano, científico o filosófico.

Decimos que la palabra se gasta por el uso cultural, uso que poco a poco va generando que el significado de la palabra se vuelva endeble y superfluo. El uso cotidiano de algunas palabras va generado que estas pierdan profundidad;  palabras como amor, revolución, amistad, humanitario, política, derechos humanos etc. La falta de reflexión, por parte de la sociedad, sobre estas palabras genera que se confunda su significado, hasta tal punto que se miran con desprecio, incredulidad y a veces con odio. Por ello en la escritura de poesía uno de los primeros pasos es alejarse de todo esto que ya esta prefabricado, cosa que es necesaria para alguien que inicia en las artes. Pero este primer paso crea en algunos el miedo a la palabra, generando una prohibición que impide el crecimiento del poeta ¿o acaso no es el poeta dueño de la palabra? ¿Por qué evitar el uso de algo que es nuestro?
El poeta no está ligado a un uso cultural de la palabra:

“el tiempo no existe en el alma del poeta
Todo es universal y abarca todos los tiempos” Ledo Ivo

Si esto es verdad ¿porque debemos negarle al poeta las palabras? A pesar de que el lenguaje  ha sido la herramienta para comunicarnos con el mundo, y por ello la palabra llena al hombre, en la génesis del lenguaje el proceso es inverso, el hombre llena la palabra. Es él ser humano quien le da significado al lenguaje.   Cada letra es inocente, son un profundo hueco que el hombre llena de significado.  Por ello el gran error no es el uso de una determinada palabra, que para nosotros ya esta gastada, es si esta palabra está llena de un significado prefabricado, si esta tiene realmente una relación subjetiva y profunda con el mundo o simplemente es una relación ya hecha. Es en la reflexión y la búsqueda donde fracasa el poeta:

“Las palabras serán inocentes, pero no su relación. El contador traza una columna del “debe” y otra del “haber” y en la última anota los silencios que supo conseguir” Juan Gelman

Es en esta inocencia donde algunos se escudan para evitar forzarse a la búsqueda, porque en este punto será necesario quebrar con todo lo establecido y darle un significado que trascienda. Lo memorable no son las palabra, sino cómo llenamos estas de significado guiándonos hacia el silencio de algo mayor, al rincón inaccesible de la vida.  Pero esto es un proceso angustiante y doloroso, va ser más fácil decir que la tristeza es tristeza y la alegría es alegría. Para encontrar en estas palabras algo más grande es necesario resquebrajarse, y empezar a formar un mundo interno, que no está por fuera de lo natural pero si de lo cultural, un mundo más grande que nosotros mismo y que no podemos control, aunque el poema tenga nuestra firma.

“Morder la piedra, entonces, es la tarea del poeta, hasta que sangren las encías de la noche, en esa noche navegará sin rumbo fijo, desconfiado de todo, en especial de sí, mirando espejos que cantan como sirenas que no existen. El poeta se atará al palo mayor de su ignorancia para no caer en sí mismo, sino en otro país de aventura mayor, muerto de miedo y vivo de esperanza. Sólo el dolor lo unirá muertovivo al vacío lleno de rostros y verá que ninguno es el suyo. Y todos serán libres” Juan Gelman


El escritor no puede culpar a la sociedad si sus grandes palabra no alcanzan la solemnidad que él quiere, parafraseando a Rilke, cúlpese cada quien “por no ser lo suficientemente poeta” para llenar las palabras con la poesía que habita el mundo.  

viernes, 16 de enero de 2015

Aclaración

No confundas mi ligereza
con una agonía inexperta
es que tu blusa no tiene mayor virtud
que estar saturados de ti
esa muralla de hilos apaga mi silencio,
necesito tus dedos
trozos de hueso y carne,
tus pies sin tus zapatos
tus pies cayendo, agudizando mi oído
escuchar tu carnaval de sabanas;  
cerradas o abiertas
caminos claros
preciso y oscuros con mi cuerpo
tu rostro lleno de sonidos sonrojados.
Mi tiempo
no está hecho para tu ropa.