martes, 12 de mayo de 2015

Transigencia

Tomo un trago, y usted ya estará pensando en la bohemia, en las fiestas artísticas de los grandes desadaptados. Pensará en las guapas muchachas  de compañía o los abrazos de compadres, amigos o camaradas. Tomo un trago y usted pensara en lo que quiera: wiski, vino, cerveza; en lo que le alcance el gusto, en lo que le alcance el dinero. Y estará quejándose del mundo porque piensa que es muy elegante hacerlo. Hablará del dolor mientras sonríe. Y hablara de la incomprensión mientras la muchedumbre lo escucha, lo alaba, lo abraza.

Disfruto este trago con usted, aunque sobrio me importaría una mierda. Y lo juzgo, claro que lo juzgo, porque en estos momentos me acompaña, seria insensible no juzgarlo. Es menos grotesco el mundo en este trago. Es vestirse de arlequín, sobarse las entrañas y callarse la sombra. Nos enseñaron a sentirnos miserables.

Los artistas no nacen por elixires mágicos, sino son aquellos que canta aun ante la borrachera, aun ante el ala rota.  Son la eclosión visceral de lo inaudible, pactos detrás de los sonidos.  Y nada es liviano, aunque flote entre la brevedad. 

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