Los escritores nuevos piensan
en lo arcaico del papel
los escritores viejos piensan
en la abominación de lo electrónico
¿Acaso, si el asesino cambia de arma
deja de cometer
asesinato?
Nuestra realidad son las palabras.
Ellas,
hechas del universo,
son la extensión de nuestros nervios
se liberan del narcisismo
de firmas y nombres
y sus letras nos llevan
a un nuevo número atómico,
un nuevo alfabeto.
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