miércoles, 1 de noviembre de 2017

Salmo



El libertinaje nos hizo distantes. El primer paso a nuestro desplome fue la inactividad de las manos. La incapacidad para soportar el roce de la piel nos arrojó a una época de celo constante, una búsqueda de fluidos que recordaban sutilmente al amor.  Al irnos a nadar en otros cuerpos, buscábamos rescatar nuestra memoria, pero nuestras piernas se hicieron torpes y la piel escamosa. Finalmente, ella desovaba en la cama y yo fecundaba sus ausencias, siempre en el mismo sitio, el uno sin el otro. Nos convertimos en peces.

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