sábado, 10 de diciembre de 2011

Reserva (minicuento)

El cadáver estaba rodeado de cuatro cirios blancos. Un ataúd hacia su cuerpo intocable. Su esposa respiraba pausadamente. Sus hermanos  estaban desconcertados. Su madre oraba en una silla, buscándole el descanso eterno.   Las flores no decían nada, ellas saben cómo es el negocio de los sepelios. 

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