No creo en la belleza
de los Ocobos, creo en su fealdad, cuando se despojan de sus flores y estas
caen como bombas al suelo, queriendo fertilizar el asfalto. Se destiñen hasta
la muerte. Gritan hasta que se van desvaneciendo en una masa negra, macerada
por las ruedas de los carros.
Las flores de los Ocobos
quieren reventar el concreto
y con su leve cuerpo
se arrojan contra la
acera.
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