Los libros se nos volvieron algo
muy corpóreo, pasamos unas cuantas décadas, siglos, para lograr eso. Tomamos un libro con la mano, sentimos el paso
de las hojas en la punta de los dedos, nuestros ojos se inundan de sus letras
impresas, escuchamos el cambio de capítulo o el cierre de la obra. Al final,
cuando los interiorizamos, nos emocionamos con su olor. Ese acto, casi morboso,
de oler un libro, es un acto sensitivo donde queremos otorgar cuerpo a la
palabra. Es nuestra relación histórica donde
un objeto representa el símbolo.
Nos afianzamos en esa relación que
parece permitirnos poder sobre el símbolo. Lo poseemos en nuestra tiranía para
darlo o esconderlo según nuestro deseo. Sin embargo, es una ilusión. El símbolo
es demasiado poderoso y termina usando al hombre como vehículo de transmisión.
El libro no es más que otra forma de hacer emerger su fuerza, como lo puede
hacer una página web o una historia contada en una fogata.
Amo los libros. Tengo mis propios
tesoros, como el libro firmado por Ledo Ivo o una antología de poesía chilena
que no consigo en Colombia. Pero la web ha sido mi fuente más grande de lectura:
Vallejo, Benedetti, Gelman, Poe, Neuman, Baudelaire, Bukowski, los Beat, Pound,
Rulfo, Lorca… ha sido la virtualidad uno de los componentes que me ha ayudado a
formar como lector. El otro componente importante son buenos amigos lectores y críticos.
Por eso no me asusta enfrentarme como autor en la web. Así como se me abrieron
las lecturas que necesitaba, sé que, si mi libro tiene algo para ofrecer, se abrirá
para otro lector.
https://www.amazon.com/prometido-Spanish-Giovanni-Cervera-Mart%C3%ADnez-ebook/dp/B07KPZ1STP
No hay comentarios:
Publicar un comentario