Escoger una cama pequeña no
significa acabar con los laberintos, pero supongamos que eso es convertirse en
hombre. No me incomoda la soledad, esa abominable de nuestro siglo, ella
no es tan pesada, tan peligrosa. Lo que tengo es ausencia. Recoger,
rearmar, reagrupar lo que nos falta y no encontramos es brutal. Podría
gritar la soledad en las calles y otros miserables, como yo, escucharían, aunque
no salgan de sus rincones. He tenido el amor y aun así he caminado solo, porque
esa lumbre sabe incomodarnos los ojos, el paso de la luz. Pero hay cosas que
simplemente no están, que se desvanecieron antes de la aparición de la soledad,
antes de que alcanzáramos a hilar lo etéreo de la carne. En esta sombra no hay
abandono sino perdida, de aquí nadie se marcha.
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