lunes, 2 de marzo de 2020

El grifo


Los mitos siempre serán una fuente para alimentar la creación. En la medida que los interiorizamos entendemos mejor las formas de creación. Particularmente a mí me atrae la imagen del Grifo, la cual ha sucumbido en otros imaginarios más populares. Sin embargo, la imagen del grifo es la forma más simple de ilustrar la creación, en mi caso la creación literaria, y aunque en el transcurso de la historia ha tenido diferentes significados prefiero concentrarme en cómo este me ayuda a entender la creación poética. Como ya se sabe la palabra poesía en su raíz significa crear. Es necesario recordar esto ya que no entendemos en este escrito a la poesía como un género literario, sino como un proceso de inmersión en la realidad humana. La poesía como una necesidad de hacernos más allá de los que se nos fue dado naturalmente. No la representación de la tradición, sino la comunión entre los elementos de la realidad hacia la conversión de lo que no existe hasta que se configura.

Hay un postulado de la paleontología que explica que la mitología se inició con el descubrimiento de los huesos de criaturas extintas. Todas aquellas historias de gigantes, dioses, sirenas, titanes se originan en el descubrimiento de los huesos de dinosaurios, reptiles y mamíferos extintos. Pero el asunto no fue solo encontrar un montón de huesos, porque habríamos podido ignorar sus descomunales tamaños y decir lo que modernamente decimos: solo son un montón de huesos. Pero los seres humanos vieron en esos huesos algo más, algo que siempre le cuesta a nuestra naturaleza inquisitiva: vacío. Vertebras, fémures, costillas, clavículas, sin ningún orden, sin ningún animal al cual pudieran atribuirlos. No teníamos la ciencia, ni el conocimiento para llenar esos huecos de información, así que pusimos a trabajar nuestra principal herramienta, imaginación, le dimos forma al caos y creamos todo un compendio de deidades y bestias que perecieron al cumplirse nuestros miedos: guerras atroces, ambiciones, infidelidades, egoísmos, traiciones. Convertimos nuestras invenciones en parte de nuestra historia y cambiamos. Pasamos de machos bufando por el celo a hombres heridos por venus, heridos por un sentimiento mucho más profundo que la procreación, heridos por el amor. Así entonces entendemos que el poeta no es hijo de la tradición, sino del vacío. El poeta es lanzado al mundo y comprende lo que se le enseña, interioriza todo lo que puede interiorizar, pero al final escribe por el vacío, no por la tradición. Escribe para llenar el espacio hueco del alma humana con sus invenciones. El poeta crea el erotismo cuando el sexo no le es suficiente, crea el amor cuando el erotismo no le es suficiente, crea el amor cuando el amor no le es suficiente.

¿Pero como crear lo que no existe? La respuesta la encontramos en el mito, en lo que existe esta la respuesta a la no existencia, en lo real están los elementos de lo fantástico. Y obviamente funciona a la inversa. El grifo es la forma más simple de representar esta concepción de la creación. La imagen del grifo está compuesta de dos elementos sencillos de la realidad que se configuran para dar lugar a un nuevo ser. Mitad león, mitad águila, dos elementos palpables, dos elementos reales se mezclan y configuran a un ser nuevo que llena un vacío. Aunque este método se puede complejizar como el dragón chino (ojos de langosta, cuernos de ciervo, morro de camello, nariz de perro, bigotes de bagre, melena de león, cola de serpiente, escamas de pez y garras de águila) el grifo es la figura más fácil. Los primeros esqueletos del Protoceratops dejaron un vacío en el imaginario humano que fue llenado con lo que teníamos al alcance, y no solo su forma, sino que incluso su comportamiento, sus vidas renacen en el imaginario humano para conectarnos en formas profundas con nosotros mismos. Fue el vacío lo que permitió que estos ovíparos y herbívoros terminaran convertido en una fiera bestia protectora del oro, un heraldo de la muerte y la venganza, una comunión entre el hombre y Dios. Cuando una imagen poética se ha elaborado correctamente esa tiende a permearse en el tiempo, como lo dijo Ezra Pound, trasciende más allá de su existencia literaria, y se mezcla en el colectivo, aunque este no sepa o entienda que hace parte de una tradición literaria, poética. Trasciende cuando la imagen nos conecta con nuestras sensaciones más profundas y nos permite procesar el mundo, la realidad en la existencia humana. Igual que el grifo a medida que esta fuerza va permeando y la imagen va quedando vacía, se pierde, hasta convertirse en algo desconocido, en algo que no nos conecta con nada. 

Lo primero que debemos entender es que la imagen no se crea con elementos al azar, sino con aquellos elementos existentes que son representativos para nosotros (acá si juega un papel decisivo la tradición) hay simbolismos que ya han permeado y pertenecen a nuestro mundo interno. En el caso del grifo está compuesto de dos símbolos el león, que para los antiguos representaba protección a las cosas más valiosas y el águila que representa lo divino, dos símbolos construidos de antemano que ya hacían parte de la cultura mediterránea. Aterrizándolo más a nuestro interés, símbolos u objetos de la realidad que son significativos para nosotros, no solo como cultura sino como individuo. Nuestros símbolos lo reconfiguramos para crear nuevas imágenes, nuevas simbolizaciones que den cuenta de nuestra realidad. Lo preexistente no permite llenar el vacío, si los símbolos por si solos son capaces ahuyentar los vacíos, no necesitamos de la creación, pero si lo que existe es insuficiente necesitamos de la poesía. 

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