Ahora los perros son dóciles
ya no escriben versos de
violencia y abominación
se han domesticado
en la jauría de otros perros.
Ya no aúllan al filo de las esquinas
ya no gruñen
se constriñen bajo algún
discurso de la pata de sus amos
baten la cola ante un ajeno
nombre
y cuando olfatean algo extraño
presentan sus colmillos
flojos y podridos.
Entre la rábica baba y su
enferma lengua
tartamudean un ladrido catatónico
que llaman revolución.
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