domingo, 12 de octubre de 2014

Las palabras

No podría preferir a una sin traicionar otra
no podría fraccionar ninguna sin provocarme una herida
porque de ellas estoy hecho y me van adhiriendo a las cosas.
Si me abrieran las entrañas no me llamarían hombre
me llamarían fluidos, páncreas, cadáver
pero si las abrieran a ellas
no podría ni susurrar el mundo.
Puedo decir que fui átomo, materia, tejido,
vida
pero ni Dios existe antes que la palabra;
solo unos sonidos
que se parecen al temor 
y la sombra.

Las palabras que debo

Las palabras que debo son muchas:
A mis amigos les debo las palabras de mi soledad
ellos, aún ante mi genocida silencio, tocan a mi puerta
esperan que los vacíos no llenen sus manos
lanzan sus abrazos al aire
y esperan que caigan en mi cuerpo;
borrachines de ojos torpes            
guardan un cariño intacto

a mis padres les debo no más que esta sangre
estas hebras que cosen distancias
les debo los ecos y las sombras

y a ti mujer te debo
el desencanto de mi abandono
porque mientras me embriago
tu soportas al poeta
la tarea titánica que las musas no pueden soportar
porque es la mujer del poeta un pilar nostálgico
un oráculo en entrega.
Pocas mujeres son para los poetas
y no necesitan ser nombradas
ellas existen y han viajado a la orilla
hacia donde el poeta nada con desesperación.
Por eso te debo
el verbo no conjugado
la palabra ya escrita
el verso que no nacerá hoy.

Defensa humana

No soy amante de los gatos
su majestuosidad literaria no me impacta
puedo verlos en el tejado acariciando la luna
y mis ojos no se llenan de misticismo;
pero el gato hace sombras en mi puerta
tiene patas inertes
llegó entre lluvias,
mi mujer día a día le limpia la sangre
le borra las cicatrices,
pero, pese a este amor
se le cae la piel
y se le vuela el alma en bolas de pelos;
solo nos hace promesas la muerte
y el consejo más sabio
es dejarlo ir
llevarlo a la puerta
que lo borre la noche
no aturdirnos el corazón.
Pero me ataca la convicción
de que abandonarlo es dar un paso
a que de nuevo Hiroshima y Nagasaki ardan
a que abran las fabricas nacionalistas
donde cocinan a los hombres.
Y por esa humanidad
herida y torpe
el gato se queda en casa.