domingo, 12 de octubre de 2014

Defensa humana

No soy amante de los gatos
su majestuosidad literaria no me impacta
puedo verlos en el tejado acariciando la luna
y mis ojos no se llenan de misticismo;
pero el gato hace sombras en mi puerta
tiene patas inertes
llegó entre lluvias,
mi mujer día a día le limpia la sangre
le borra las cicatrices,
pero, pese a este amor
se le cae la piel
y se le vuela el alma en bolas de pelos;
solo nos hace promesas la muerte
y el consejo más sabio
es dejarlo ir
llevarlo a la puerta
que lo borre la noche
no aturdirnos el corazón.
Pero me ataca la convicción
de que abandonarlo es dar un paso
a que de nuevo Hiroshima y Nagasaki ardan
a que abran las fabricas nacionalistas
donde cocinan a los hombres.
Y por esa humanidad
herida y torpe
el gato se queda en casa.


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