No soy amante de
los gatos
su majestuosidad
literaria no me impacta
puedo verlos en
el tejado acariciando la luna
y mis ojos no se
llenan de misticismo;
pero el gato
hace sombras en mi puerta
tiene patas
inertes
llegó entre
lluvias,
mi mujer día a
día le limpia la sangre
le borra las
cicatrices,
pero, pese a
este amor
se le cae la
piel
y se le vuela el
alma en bolas de pelos;
solo nos hace
promesas la muerte
y el consejo más
sabio
es dejarlo ir
llevarlo a la
puerta
que lo borre la
noche
no aturdirnos el
corazón.
Pero me ataca la
convicción
de que
abandonarlo es dar un paso
a que de nuevo
Hiroshima y Nagasaki ardan
a que abran las
fabricas nacionalistas
donde cocinan a
los hombres.
Y por esa
humanidad
herida y torpe
el gato se queda
en casa.
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